lunes, 22 de septiembre de 2014

Mis amantes bien sabrán
que me entrego con pureza,
que me apasiono y me revuelco con ellos,
y cada uno de los sentimientos que logran producir,
Pero siempre, y con firmeza lo afirmo, conservaré esa parte mi.
Donde están mis delirios, mis pasiones y demonios,
tan intimos, tan intimos, que  es necesario, si acaso, esculcar en lo más hondo
y profundo, para tal vez sacar un poco de ella a relucir.
Esa parte de mi que llevo tan protegida y en la cual me refugio, que solo yo sé escuchar,
sólo yo puedo sentir. Y es tan propia como mi cuerpo, tan sagrada como los linderos que me rodean, y la amo. Puedo volver a ella después de periodos de tiempo en los que me descubro y enriquezco, y amarla por que ella se enriquece conmigo, la alimento y la hago crecer junto con mi ser y con mis cambios. Y aunque nunca me ha atado me aferro a conservarla con tanto amor como su primera semilla.


martes, 13 de mayo de 2014

Clases de exorcismo. #2

Prisionera.

Me he aferrado a un sufrimiento,

Me he atado a él,

Me he castigado.

Y quiero marcharme,

Pero estoy inmóvil,

He olvidado mi pasado,

No veo el ahora,

Ni recuerdo los demás caminos.

Y aunque sé que caminé,

Hoy no sabría cómo hacerlo.



...

He soltado las cadenas,

he abierto los candados

y me he vuelto a ver.

Renuncio a tocarte,

acariciarte,

nombrarte

y sobre todo, a tenerte.

No volveré a pasar por lo que alguna vez creí mío

no volveré a pasar por que no creí mío, sino, nuestro.

Ya no veo mi lugar,

lo he cedido,

y aunque no sé a quién,

ahora ya todo es ajeno.

Clases de exorcismo.

Condena

Han invadido todo mi espacio

han condenado todo mi ser, y,

poco a poco, arrebatado.

¡Devuélveme la tranquilidad!

Tráela aquí que la he añorado.

Ahora soy fracción,

ahora no me recuerdo.

La idealización ha quedado permanente,

inmutable y me tortura.

El eterno retorno de los pensamientos,

me castiga, y he sentido placer con ese látigo.



...

Deseo sacarme tu mugre,

que te vayas lejos de mi alma,

que no me habites más.

Pero no sucederá si yo no te echo,

no te iras si yo no lo hago.

Arrancaré de mí ser cada signo tuyo,

cada caricia y cada palabra

que ha sido mi condena.

No volverás a habitarme,

no volverás a mí,

Pero sobre todo, no volveré yo a ti.

No te tocaré en mis recuerdos,

no me condenaré con tus palabras,

ni me cruzaré con tus gestos.

no volveré a pasar por cada rincón tuyo,

no volveré a pasar por ti.

El goce hace tiempo murió,

El goce murió cuando nos conocimos.

Después de un sábado.

Ambas manos se acarician, se conocen y se enredan. Una vuelta, quizás dos para quedar frente a frente y respirar su aliento, sonríe ella al sentir todo su cuerpo pegado, pegadito al de él y el vaivén de las caderas desciende despacio para dar paso a sus pies, es su turno, se encuentran, se abrazan y se sueltan con cierta brusquedad, aun así la sensualidad no desaparece, se enciende más, se revive, ¡hace que sus cuerpos estén en llamas! ¡Inyectados de música, contagiados de ritmo! ofreciendo el mejor espectáculo que podrían dar los sentidos, que se descubren y se desnudan completamente con un sencillo acto, bailar.

Cuentico trasnochador.

A las dos y media de la mañana cogió su auto y avanzó entre las luces de la gran ciudad, no le apetecía ver a nadie ni escuchar más que los ruidos del bosque que estaba justo al otro polo de su casa.
Al llegar se intimidó con la grandeza de sus árboles parecía que en la noche se volvían más gigantes y las raíces quisieran atraparla, aun así decidió pasar entre ellos y caminó hacia la profundidad, vaciló y empezó a pensar bien en lo que hacía pero decidió detener todas esas preguntas que atropellaron su mente en menos de cinco minutos y solamente dejarse llevar por ese gran viento que recorría todo su cuerpo, hasta que por fin llegó al fondo del bosque, sabía que era ese porque se sentía mínima ante la gran inmensidad de su alrededor y al compás de las ramas, con las luces de las estrellas y la luna de público sus pies se empezaron a elevar, sus manos manejaban el ritmo y su alma, se volvió un instante infinito al bailar con sus dolores.

Fragmentándonos.

...
Ahora estamos a kilómetros de distancia, no nos reconocemos, hemos cambiado y somos otra vez unos desconocidos, no podemos reflejarnos no vemos ningún espejo y por tanto ya ni nos sentimos. Caminamos indiferentes en esta ciudad que odiamos y amamos con tanto recelo, en esta ciudad alborotada, anoréxica, inhumana.
Pero pronto, vas acercándote una vez más, vas recorriendo cada espacio que creí mío y vas consumiendo cada parte de mi alma, cada vez más rápido, cada vez más cerca ¡¡cada vez menos distancia!! Ya no hay espacio, ni siquiera otro camino: estás junto a mi boca y al sentir tu aliento caigo nuevamente destrozada.