martes, 13 de mayo de 2014

Cuentico trasnochador.

A las dos y media de la mañana cogió su auto y avanzó entre las luces de la gran ciudad, no le apetecía ver a nadie ni escuchar más que los ruidos del bosque que estaba justo al otro polo de su casa.
Al llegar se intimidó con la grandeza de sus árboles parecía que en la noche se volvían más gigantes y las raíces quisieran atraparla, aun así decidió pasar entre ellos y caminó hacia la profundidad, vaciló y empezó a pensar bien en lo que hacía pero decidió detener todas esas preguntas que atropellaron su mente en menos de cinco minutos y solamente dejarse llevar por ese gran viento que recorría todo su cuerpo, hasta que por fin llegó al fondo del bosque, sabía que era ese porque se sentía mínima ante la gran inmensidad de su alrededor y al compás de las ramas, con las luces de las estrellas y la luna de público sus pies se empezaron a elevar, sus manos manejaban el ritmo y su alma, se volvió un instante infinito al bailar con sus dolores.

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